domingo, 1 de junio de 2014

CUENTOS EN CINCUENTA IMÁGENES: El traje nuevo del Emperador narrado por sus mejores ilustradores

 

Hace muchos años vivía un emperador tan aficionado a los trajes nuevos y elegantes 
que era capaz de gastarse toda su fortuna con tal de ir bien vestido.


No se preocupaba por sus tropas ni por el teatro, ni le gustaba dar paseos por el bosque. 
Lo único que deseaba era lucir trajes nuevos.

Helen Stratton, 1899

 Tenía un vestido nuevo para cada hora del día...


 

y de la misma manera que se dice de un rey:

 "Está en el consejo",

 de él siemrpe había que decir:

"su majestad está en el guardarropa".

Rie Cramer

La ciudad en la que vivía era alegre y bulliciosa, 
siendo visitada a diario por numerosos forasteros.

 Harry Clarke, 1916
Un día se presentaron allí un par de granujas haciéndose pasar por tejedores
y afirmando ser capaces de tejer la más hermosa tela que se pueda imaginar.

 Wilhelm Pedersen

Además sus trajes no solamente iban a ser bellos sino que las prendas confeccionadas con esa maravillosa
 tela iban a tener la propiedad de ser invisibles a toda persona que no fuese merecedora
 del cargo que ocupaba o que fuese irremediablemente estúpida.

William Heath Robinson, 1913

"Maravillosos trajes, sin duda" -pensó el emperador- "si tuviese uno podría descubrir a todos 
aquellos que son ineptos para el cargo que ocupan y distinguir a los listos de los tontos"


DEBO ENCARGAR QUE ME HAGAN UN TRAJE DE INMEDIATO

 Harry Clarke, 1916
 
Entregó a los dos granujas una importante suma de dinero y les ordenó que comenzasen de inmediato.


Los dos bribones instalaron sus telares y fingieron empezar a trabajar, más nada absolutamente había en ellos.

Con toda urgencia les pidieron que se les facilitase la seda más cara pero la guardaron en su equipaje 
y continuaron con los telares vacíos.

William Heath Robinson, 1913

Todos los días el emperador se preguntaba por los progresos que habrían hecho con la tela pero se sentía un poco cohibido al pensar que quien fuese estúpido o indigno de su cargo no lograría ver nada.

Así que decidió mandar  primero a otro para ver cómo iban.

Enviaré a mi viejo y leal ministro. Es inteligente y nadie mejor que el sabrá juzgarla.

Helen Stratton, 1899

El viejo y honrado ministro se dirigió a la sala en la que los dos farsantes trabajaban y cuando llegó allí:

¡Horrorrrr! -pensó- ¡Si no veo nada!!!
Por supuesto se guardó el secreto e hizo como si veía la tela.

 
Margaret Tarrant, 1910

Los dos bribones le hicieron acercarse para que viese los bellos dibujos de la tela.
Pero lo único que hacían era mostrarle el telar vacío.

Waevers

El pobre anciano no podía creer lo que le pasaba

-¡Dios mío! -pensó-. ¡Seré tonto?
Jamás lo hubiese imaginado. Debo evitar que nadie se entere.



Los maleantes aprovechándose de la situación le preguntaron:
-¿No dice nada?

¡Oh... es preciosa... realmente magnífica!- y salió de allí lo más rápido que pudo quedándose con todos 
los datos, pues a la salida debía contárselo al Emperador.


Los dos truhanes, viendo el éxito que estaba teniendo el asunto,
pidieron entonces más dinero y también más seda y más 
oro para utilizarlo en el tejido. 

Se lo guardaron todo y siguieron como
 hasta el momento haciendo como que trabajaban con los telares vacíos.

Harry Clarke, 1916

Los días pasaban y el rey mandó a otro alto funcionario para que inspeccionara la tela 
y le informase de cómo iba su traje.

Edmund Dulac, 1911

Por supuesto a éste le ocurrió lo mismo que al anterior: 
miró y remiró más como nada había en los telares nada pudo ver.

A lo que el hombre asombrado y preocupado porque nadie se percatase de ello, decidió elogiar la tela poniendo especial énfasis en sus colores y bellos estampados y salió de allí lo más rápido que pudo.

William Heath Robinson, 1913

En la ciudad ya no se hablaba de otra cosa sino de los extraordinarios poderes de un traje que iba
 a desenmascarar a todo aquel cuya posición no se correpondiera con la realidad.

 
A.W. Bayes, 1889

Y el propio rey decidió ir a ver la tela cuando aun estaba en el telar
 

-¿No es admirable?- dijeron los dos funcionarios- Observe vuestra Majestad...
¡Qué dibujos!¡Qué colores!...
Y señalaban el vacío convencidos de que los demás contemplaban la tela.

"¡Cómo!- se decía el emperador para sus adentros-
¡Si no veo nada! ¿No soy digno de ser rey?...
¡Nadie debe darse  cuenta de esta situación!
¡No podía ocurrirme nada más terrible!

Y hacia un gesto de asentimiento con la cabeza mirando hacia el telar vacío.

Milo Winter, 1916

Todo su séquito allí congregado miraba y remiraba para ver más que los demás 
y al igual que el emperador todos exclamaban:

-¡Maravillosa! ¡Magnífica! ¡Admirable! -repetían todos entusiamados.

William Heath Robinson, 1913

La víspera del día señalado para la procesión los dos granujas estuvieron haciendo 
que trabajaban toda la noche con más de dieciséis velas encendidas que se veían desde la ventana. 

Helen Stratton, 1899

A la mañana simularon sacar la tela del telar, cortaron al aire con sus grandes tijeras, 
cosieron con agujas sin hilo y por fin dijeron:

-¡Mirad!, el traje está listo.


Acudió el emperador acompañado de sus más ditinguidos cortesanos y los muy tunantes dijeron:

-¡Ved los pantalones!¡Está es la casaca! ¡Y aquí está el manto!. Es liviano cual tela de araña. Se diría que no se lleva nada sobre el cuerpo y precisamente en ello reside su virtud

Por favor, Majestad dígnese a desnudarse, para que podamos vestiros con el nuevo traje imperial.

Nelleke Verhoeff

El emperador se fue despojando de sus vestiduras y los bribones hicieron 
ademán de colocarle las prendas que habían cosido.

Renáta Fucikowá

Mientras tanto el emperador se daba vueltas y más vueltas delante del espejo.


John A. Rowe

 -¡Dios santo, qué bien le sienta! ¡Le cae como un guante!- le dijeron los bribones
 mientras hacían que ultimaban los detalles


 ¡Sí, sí! ¡Le queda estupendamente!- exclama todo su séquito-.
¡Qué dibujo!¡Qué colorido! ¡Verdaderamente digno de un rey!


-Afuera esperan con el palio bajó el cual marchará vuestra Majestad durante la procesión
 -anunció el maestro de ceremonias.


Sí estoy listo -dijo el emperador-. 

¿Verdad que me queda bien?

William Heath Robinson, 1913

Y se dió una vuelta más delante del espejo para que todos creyesen que estaba vestido de gala.


 Los chambelanes que debían sostener la cola del manto no eran capaces de mirarlo
pero tampoco de confesarle que no veían nada.

John A. Rowe

Y así llegó el Emperador hasta el palio desfilando ante su corte.


Una vez bajo el palio el gentío en las calles exclamaba:
-¡Qué espléndido es el nuevo traje del emperador!¡Qué hermosa cola tiene!
¡Qué bien le sienta!


 T. Tudor

Nadie quería que los demás se diesen cuenta de que no veía nada...

Margaret Tarrant, 1910

para no descubrir su estupidez o su incapacidad para el cargo que desempeñaba.


Ningún traje del emperador había tenido un éxito semejante. 

Edmund Dulac, 1911

Y así paseando en ropa interior estuvo un buen rato el Emperador.


Hasta que un niña gritó:

-¡Pero si no lleva NADAAAA!

Arthur Rackham, 1925

-¡Dios mío, escuchad la voz de la inoncencia! -dijo la madre.

 Anne Anderson, 1924

Cada uno cuchicheaba a su vecino lo que el niño había dicho:

-¡No lleva nada encima! ¡Un niño dice que no lleva nada!


-¡NO LLEVA NINGÚN TRAJE! -dijo finalmente todo el pueblo.

El emperador sintió un escalofrío; le daba la impresión de que la muchedumbre tenía razón, 
pero se dijo a sí mismo que era preciso seguir el cortejo hasta el final.

 Arthur Rackham, 1932

Adoptó una actitud todavía más arrogante y los chambelanes siguieron 
en sus puestos portando la inexistente cola.

Os podéis imaginar lo que hicieron los granujas...

William Heath Robinson, 1913


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