miércoles, 4 de junio de 2014

Música clásica para niños: El diablo en música interpreta La danza de las brujas

Como todos los miércoles abrimos nuestro auditorio para hablaros de música clásica y de una obra que sabemos que enganchará a vuestros niños. La obra hoy elegida Le Streghe -traducida en castellano bajo el sugerente título de La danza de las brujas- de Niccolò Paganini (1782-1840), es un ejemplo perfecto para introducir la idea de virtuosisimo en nuestras clases. 


Cuando me planteo hablar del virtuosismo musical con chavales nunca comienzo mostrando ejemplos de música clásica. ¿Por qué?, me preguntaréis. Porque ellos tienen una imagen muy clara y cercana de lo que es ser virtuoso de un instrumento, aunque no lo sepan. Probablemente comenzaría la clase poniendo un video como el que muestro a continuación. No diría nada, tan solo lo veríamos. Después, como siempre, llegarán las preguntas.


Se trata de Slash el que fuese guitarrista de Guns & Roses tocando en un concierto en Tokio en 1992 dentro de la gira Use Your Illusion. Os puedo asegurar que en este momento, tengan siete o quince años, tenéis la clase fascinada y absolutamente dispuesta, así que aprovechadlo y preguntad: ¿Cómo definiríais lo que habéis escuchado? ¿Estamos ante una manera de tocar que necesita mucha destreza instrumental o por el contrario cualquiera que sepa tocar un poquito la guitarra puede hacerlo?...

Todas las preguntas que se os ocurran, dependiendo de la edad por supuesto, estarán bien porque a lo que tenemos que llegar es a que compartan la idea de que ese señor de nombre Slash que se dedica al Heavy tiene un dominio instrumental extremo. Es capaz de tocar con gran precisión y a velocidades extremas, consigue hacer los más variados y difíciles efectos. Estamos ante un virtuoso de la guitarra.


Esta imagen que tan común es hoy día, este tipo de figuras que convocan a las masas, que son capaces de seguirles en peregrinaje a cualquier lugar del mundo y vivir las más duras condiciones con tal de escuchar su música, no nacen con el rock y sus derivados, sino que tienen sus orígenes en el s. XIX y en dos figuras claves: Franz Liszt -del que prometo hablar pues a parte de ser un "monstruo" tocando el piano es uno de los grandes compositores del Romanticismo- y, como no, el protagonista de nuestro artículo de hoy, Niccolò Paganini, también conocido como el diablo en música.


Dos nombres que representan las primeras superestrellas de la música. Un término que no sólo conlleva ser virtuoso del instrumento. En Liszt y Paganini encontramos por primera vez músicos capaces congregar a miles de fans en sus conciertos, unas fans que ante la emoción que supone su música se desmayan, por supuesto; músicos que van de gira por todo el mundo rodeados de esos admiradores anhelantes y músicos que siente el  furor del público como una necesidad en su carrera. 


Paganini es uno de las más grandes virtuosos del violín que jamás haya existido. Con tan sólo cinco añitos ya tocaba la mandolina, a los siete componía música y con doce daba conciertos públicos. Tanta celeridad hicieron huella en su equilibrio personal y a los dieciséis años tuvo una crisis de alcoholismo y desapareció. La vuelta rehabilitado lo hizo a lo grande y a los veintidós -además de tener una leyenda detrás, que como luego veremos le dará mucho juego- volvió rehabilitado y convertido en la primera superestrella de la música.


Las acrobacias que Paganini hacía con el violín se convirtieron en toda una leyenda. Existen crónicas de la época en la que nos hablan de un violinista que tocaba a una velocidad vertiginosa, con espectáculares acordes, armónicos increíbles, pizz con la mano izquierda, interpretando sobre una sola cuerda... en definitiva poseía una destreza técnica sin paragón en la época. Pero el mito no nació únicamente del modo en que tocaba el violín, Paganini no es el primer violinista que tenía esa destreza técnica, -recordemos nombres como Locatelli (1695-1764) o Tartini (1692-1770- a esto tenemos que añadir una personalidad, una manera de "interpretar" bastante especial y una apariencia cadavérica.


La extraordinaria expresión de su cara, su palidez liviana,
sus ojos oscuros y penetrantes, junto a la sonrisa sarcástica
que sus labios dibujan de cuando en cuando, hicieron a alguna
mente vulgar y calenturienta que aquellos eran evidencias
inconfundibles de algo diabólico.

Y es que mientras recorría Europa triunfante de ciudad en ciudad, las malas lenguas empezaron a hacer creer que esa extraordinaria habilidad técnica no podía ser fruto del estudio y del talento sino que debía haber algo oscuro en ello, en su pasado. Se empezó a decir que Paganini había realizado un pacto faustiano con el diablo y el músico lejos de enfandarse se aprovechó de esta imagen e incluso la avivó.


El momento definitivo para ganarse el título de diablo fue París. Allí en 1931 como si de una gira de los Rollings se tratase, el maestro decidió ganarse la ciudad de un modo avasallador. Para ello dio diez conciertos en un periodo de cinco semanas y el entusiasmo del público y la crítica no tuvieron precedentes. Si no leed el comentario que le hizo Castil- Blaze uno de los críticos musicales más influyentes del momento:

Este ha sido el más espectacular de todos los eventos musicales,
el más increíble, maravilloso, triunfante, inaudito, singular,
extraordinario, tanto que nos ha dejado estupefactos (...)
venda usted lo que sea, empeñe cualquier cosa y vaya a escuchar
a Paganini.



Parece claro, tras todo lo dicho, que con Paganini en este momento va a surgir ese culto al virtuosismo y hacia la interpretación solista que hoy día seguimos manteniendo.

Pero, la pregunta en este momento para mi es clara ¿Qué tocaba Paganini, Sonatas de Beethoven, Conciertos de Mozart o Partistas de Bach? Nada de todo esto, sino un repertorio específico, compuesto por él mismo y que tenía una finalidad muy clara. ¿Os imagináis cuál? Si os parece escuchamos.


Lo que hemos escuchado es el Capricho nº 24 de Paganini un ejemplo perfecto de música compuesta por y para el lucimiento del intérprete en donde en cinco escasos minutos se nos muestran, de una manera absolutamente variada y dinámica todas sus destrezas. Y esa va a ser la función de la música Paganini y eso lo que nos vamos a encontrar en la mayor parte de su repertorio: obras entendidas como vehículos para lucir la extraordinaria capacidad técnica del intérprete, una música en continua búsqueda del aplauso clamoroso.

Las formas musicales  que mejor se van a acomodar a sus intereses, a parte por supuesto de CaprichosEstudios, son el Concierto o El tema con variaciones y precisamente siguiendo esta última forma está escrita La danza de las brujas, obra por la que nace este artículo al contestar a la demanda de una lectora que buscaba obras musicales en las que pudiese trabajar mundos fantásticos de hadas, brujas o gnomos con sus alumnos. (pinchad aquí )


Ya hablamos cuando nos referimos a la Guía de orquesta para los jóvenes de Benjamin Britten (pinchad aquí si queréis leer el artículo) que esta obra utilizaba para la conformación de su estructura una forma musical o procedimiento compositivo que consistía en comenzar la pieza presentando un tema y luego ir mostrándonos ese tema pero variando uno o más de los elementos que lo componen: el rítmo, la armonía...


Pues bien La danza de las brujas está compuesta exactamente igual. Paganini nos presenta un tema y luego a modo de piezas independientes se van a ir sucediendo sin interrupción  las distintas variaciones.  Si os parece escuchamos el tema (hasta min, 2'05)



 
Y ¿Qué hemos escuchado tras el tema? Pues esa sucesión de variaciones en las que Paganini nos va a mostrar todos los recursos, todas sus destrezas incluso su famosa digitación en pizzicato (pizzicatos realizados con la mano izquierda) que podemos disfrutar en el min.

Comprendida la música quedaría aclarar un punto ¿De dónde viene el título? Porque brujas, brujas yo parece que no veo. Lo cuento. Es muy normal en este tipo de forma que el tema sea tomado prestado de otro compositor -si recordáis por ejemplo Britten en su Guía de orquesta para jóvenes lo había tomado de Purcell-. Pues bien Paganini lo toma de un ballet títulado El Nogal de Benevento de Franz Xaver Süssmayr, compositor poco conocido en este momento, clarinetista y alumno de Mozart.


Y para entenderlo del todo debemos hablar un poquito del título de esta ópera. Es sabido que las brujas durante muchos siglos se solían reunir algunas noches al año para adorar al demonio. A estas reuniones  se las conocía como aquelarres y lo normal era, por aquello de la privacidad me figuro, que se celebrasen en bosques apartados.

Precisamente uno de sus bosques preferidos para realizar este tipo de reuniones se encontraba en una pequeña ciudad de Italia de nombre Benevento. Allí acudían brujas de toda Europa a celebrar sus rituales satánicos alrededor de un Nogal. De ahí su título: El Nogal de Benevento.




El tema con el que abre La danza de las brujas y que va a utilizar Paganini de base en cada una de las variaciones es precisamente el momento en el que las brujas de este ballet de Franz Xaver Süssmayr entran en el escenario.

Os dejo con una versión para violín y orquesta de La danza de las Brujas de Niccolò Paganini. Aunque la versión es de 1970 creo que merece la pena. Disfrutadla. Interpreta Ruggiero Ricci al violín con la Orquesta Sinfónica de la RAI bajo la dirección de Piero Bellugi


Si os ha gustado y queréis conocer el resto de obras que hemos analizado y comentado en nuestra sección Música para niños pinchad es los siguientes enlaces.





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