viernes, 5 de junio de 2015

MITOLOGÍA PARA NIÑOS: Hércules y las manzanas de las Hespérides

Ocho eran ya los años que Hércules llevaba cumpliendo con los trabajos que Euristeo le mandaba y a pesar de que en este tiempo Hércules había salido airoso de las diez pruebas que había tenido que llevar a cabo, todavía le quedaban por cumplir dos trabajos más. En el undécimo que hoy vamos a narrar, nuestro héroe tendrá que viajar hasta los confines del mundo en busca de tres manzanas del jardín las Hespérides.



¿Unas simples manzanas?, os preguntaréis. Hércules que había podido con los mayores monstruos de la mitología, que había limpiado al mundo de plagas. El héroe que con solo unos meses de vida fue capaz de estrangular, como si de dos juguetitos se tratasen, a dos enormes serpientes pitón enviadas por Hera para acabar con él y su hermano (aquí). El Héroe más fuerte de cuantos han éxito,  el más célebre de todos los héroes griegos, paradigma de la fuerza, el coraje, el orgullo, el vigor; capaz de acabar con la Hidra de Lerna (aquí), con el León de Nemea (aquí), con el Toro de Creta (aquí); capaz de domar a las yeguas de Diomedes (aquí)... es a este héroe al que ahora se le enviaba a coger unas manzanas.

Pero no os llevéis a engaño pues estas manzanas no eran cualquier cosa,


Eran las manzanas de Hera.



Hacía muchísimos años cuando Hera y Zeus se casaron su madre, Gea, regaló a Hera tres manzanas. Tres frutos que gustaron tanto a la diosa que los mandó plantar en el jardin secreto de los dioses. Y para que nadie osase cogerlas encargó cuidar y vigilar, ayudadas por Ladón, un terrible dragón de cien cabezas, a unas bellas ninfas que conocemos como Las Hespérides.

Con estos datos ya os figuráis que este nuevo trabajo no iba a ser tampoco nada fácil, pues la orden de las manzanitas en cuestión era la siguiente.

Hércules debía llevar a Micenas tres de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides.

Y figuraos si iba a ser difícil que en esta ocasión por no saber, Hércules no sabía tan siquiera en dónde buscar. Sí, sí lo que estáis leyendo, la primera gran dificultad que debía solventar Hércules era localizar el jardín pues nadie conocía realmente dónde se encontraba. Aunque esto no era del todo cierto pues unas ninfas le dijeron a Hércules que el dios marino Nereo, tal vez pudiera indicarle el camino.

Aunque sonsacar a Nereo, maestro absoluto de la metamorfosis que utilizaba para escabullirse de toda situación complicada, tampoco iba a resultar tarea sencilla.



Ayudado por las ninfas, Hércules localizó a Nereo y aprovechando que estaba dormido se abalanzó sobre él para inmovilizarlo.  Cuando el dios se despertó y se encontró apresado por los brazos de Hércules, quiso soltarse pero Hércules le dijo:

No te soltaré hasta que no me indiques el camino al jardín de las Hesperides.

A lo que el dios respondió.

Tal vez no sueltes a un viejo dios pero, ¿a un pobre animal?

Y el dios se transformó en toro. Hércules que seguía abrazado a él tuvo que utilizar toda su fuerza, inteligencia y paciencia para retener entre sus brazos al dios y éste cuando vio que tomando esta apariencia no lograba liberarse se transformó en serpiente. Aunque mucho más difícil de retener para Hércules fue cuando la serpiente se fundió, se volvió líquida y asumió forma de agua.  Hércules la retuvo entre sus manos hasta que empezó a crepitar y a teñirse de color rojizo.

El agua se había transformado en fuego.

Fuego que Hércules retuvo con una rama. El dios cansado y admirado ante lo que había visto le reveló el lugar en el que se encontraba el jardín de las Hespérides.

El lugar que tú buscas se encuentra en el extremo de occidente, en las tierras de los hipèrbóreos.



Según la mitología griega, Hiperbórea era una tierra mágica donde 
siempre era de día y brillaba el sol, y cuyos habitantes gracias a todos 
los recursos que poseían eran eternamente felices.


Y hacía allí encaminó sus pasos Hércules. Tras muchos días caminando y cuando ya se hallaba muy lejos de todo mundo conocido Hércules vio un gigantesco ser encadenado a una montaña. Era el titán Prometeo, ¿os acordáis? (aquí), a quien Zeus había impuesto un terrible castigo por haberle engañado y haber robado el fuego para dárselo a los hombres.


Prometeo lleva el fuego a la humanidad, de Heinrich Friedrich Füger (1817).

El pobre Prometeo llevaba más de tres mil años sufriendo una terrible tortura. Zeus había ordenado que lo encadenasen a una montaña en la que todos los días un águila feroz se alimentaba con su hígado, hígado que  por la noche volvía a crecer para que la tortura pudiese comenzar nuevamente. 

¡¡¡Terrible condena por haber enseñado y educado a los hombres!!!


Durante estos tres mil años nadie, por miedo a las represalias de Zeus, había sido capaz de ayudar a Prometeo. Nadie hasta que llegó Hércules.

El martirio de Prometeo, de Tiziano (1549)


Cuando Hércules vio semejante atrocidad no lo dudo ni un instante. Sacó sus flechas envenenadas y mató al águila liberando al titán de su tortura.

Infinitamente agradecido Prometeo no solo le indicó el camino sino que le dio un consejo de suma importancia.

Solamente hay un ser en todo el Universo capaz de poder salir airoso del jardín de las Hespérides con las manzanas en la mano. Este ser es el gigante Atlas, el padre de las Hespérides. Pídele a él que te ayude en esta tarea.



Y en su busca partió Prometeo.

Atlas, que era un titán hermano de Prometeo, también tenía una pesada, nunca mejor dicho, penitencia, pues debía cargar sobre sus hombros la bóveda celeste. Había sido condenado a llevar esta carga día y noche para que el cielo no cayese encima de la cabeza de los hombres. Así que cuando Hércules se ofreció a sustituirlo durante un tiempo para que pudiese ir al jardín y tomar las manzanas,  no se lo pensó ni un momento. Lo único que deseaba era poder descansar un poco y parecía que lo iba a conseguir. Solamente puso una condición:

Antes Hércules debía matar a Ladón, el dragón de las cien cabezas.



Por supuesto Hércules lo hizo y de un solo flechazo atravesó el corazón del temido dragón, cayendo simultáneamente al suelo las cien cabezas.

Cuando Altas se cercioró de que no había peligro colocó con sumo cuidado el cielo sobre los hombros de Hércules y partió en busca de las manzanas. La tarea realmente le llevó poco tiempo y al cabo de unas horas estaba de vuelta con las manzanas en la mano.



Pero, ¿qué pasa cuando uno consigue la libertad? Pues que no quiere perderla, así que pensó en engañar a Hércules para que fuese él quien a partir de ese momento cargase con el peso del mundo.

Vaya fuerza que tienes Hércules. Nunca lo hubiese pensado. Ya que aguantas también y estás también colocado por qué no le llevo yo las manzanas a Euristeo y dentro de un rato te remplazo.

Hércules que era listo como el hambre, no se dejó engañar y le dijo:

Vale pero hagamos antes una cosa. Sujeta un momento la bóveda mientras yo me colocó un cojín para estar más cómodo.

Atlas aceptó el trato y volvió a cargarse el cielo sobre sus hombros. ¿Sabéis lo que hizo Hércules, verdad?

Salió de allí volando, eso sí con las manzanas de oro bajo su brazo.

Las Hespérides bailando en torno al árbol, de Edward Calvert (1799 - 1883)


Cuando llegó a Micenas Euristeo no sabía que hacer con semejante regalo así que decidió consegrárselo a Hera. La diosa las devolvió nuevamente al jardín de las Hespérides y aunque estaba un poco triste por haber vuelto a "perder" frente a Hércules entre sus sentimientos empezaba a aflorar uno nuevo: la admiración hacia un héroe que conseguía lo imposible.

Os espero el viernes que viene con el último trabajo.




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